Navidad
El chico pensó que aquellos cascotes le podrían ser útiles para su construcción, así que los fue arrastrando uno a uno hasta situarlos cuidadosamente junto al muro derruido. Después colocó las tablas que había ido cogiendo de aquí y de allá, y las dispuso de tal forma mantuvieran el equilibrio sostenidas contra la única pared que milagrosamente se mantenía todavía en pie pese a las bombas que habían arrasado la ciudad durante las últimas semanas.
Después distribuyó algunos plásticos de modo que cubrieran la estructura del débil techo y extendió varias mantas y telas de cortinas sobre la superficie sucia del suelo para hacerlo un poco más confortable. Luego, se alejó un poco para contemplar desde la distancia el resultado. No era mucho pero para esa noche era suficiente. Tal vez y con un poco de suerte, aquella sería su casa durante unos cuantos días. Siempre que las bombas no volvieran a obligarles a huir y buscar refugio en otro lugar.
Entonces se giró y buscó con la vista en el horizonte de edificios destruidos. Sus ojos desolados lograron localizar entre los escombros una caja de plástico de las que se usaban para transportar frutas. La cogió y en su interior dispuso algunos restos de mantas y ropas que había ido rescatando de entre los escombros de los inmuebles que había ido dejando atrás en su camino. Miró el resultado de su trabajo y se sintió mejor: ya tenía la cuna.
No sabía en qué parte de la ciudad de Belén se encontraban exactamente. Y tampoco le importaba. Después de semanas huyendo, la única certeza que tenía era que estaba muy lejos de su ciudad, de su casa, de su colegio, de sus amigos. De toda su vida anterior…
Sentada sobre los restos de un antiguo supermercado, su madre lo miraba con tristeza. En apenas unas semanas, el joven, que comenzaba a lucir una tibia sombra de bigote sobre su labio superior, se había convertido en una persona adulta. Lo contempló desde la desolación de la realidad que los envolvían. A su hijo le habían arrebatado la infancia la prepotencia de unos hombres a los que nada importaba el dolor y la muerte de los demás.
Le tendió la mano para que le ayudara a levantarse y apoyándose en él, se introdujeron en la casucha recién construida, testigo del horror y la infamia de las guerras, siempre malditas.
La madre emitió un leve grito y se tumbó. Un nuevo ser pujaba por nacer.
Al despuntar el alba del 25 de diciembre, el chico cogió a su hermana recién nacida en brazos antes de abrigarla con camisetas viejas y ponerla con delicadeza sobre el pecho agotado de su madre.
Se preguntó si con ella, hija del amor entre una madre israelita y un padre palestino asesinado por las balas de los soldados, la paz llegaría por fin a su pueblo.
Ambos la miraron ternura. Decidieron llamarla Navidad.
#STOPGENOCIOPALESTINA – PONGAMOS FIN AL GENOCIDIO DEL PUEBLO PALESTINO
POR UN MUNDO EN PAZ, SIN GUERRAS NI FASCISMOS NI VIOLENCIAS.




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