Escenas de un supermercado
Umm, !éstas están más ricas!, afirma con una sonrisa. Ah, ¿sí?, responde ella sin prestar mucha atención mientras saca cinco euros del monedero y se lo extiende para que se cobre.
Sí, y es que a mí lo salado, ummm, contesta mientras le roza suavemente la mano al devolverle las monedas sobrantes de la compra. Ni siquiera le ha mirado pero se va del supermercado sintiendo que toda su piel está erizada.
Desde ese día, vuelve todas las mañanas. El roce -¿casual?- y el comentario – ¿inocente?- convirtió aquel supermercado en su favorito del barrio.
Agosto, 2016
(c) Josefa Molina