El tren

La observaba todos los días en el vagón. Me fascinaba esa insistencia suya por acompañar el traqueteo del tren con la lectura acompasada de un libro. Aquel día se sentó frente a mí. Abrió el volumen y comenzó a leer. Desde mi asiento intenté descubrir qué leía con tanta atención pero la disposición de su mano me dificultaba leer el título como si, conocedora de mi secreto interés, lo ocultara a propósito. Entonces, alzó la cabeza y me sonrió. Sin decir palabra, se levantó y me entregó el libro.
Aquel libro me acompaña en cada viaje que hago en tren, como me acompaña la esperanza de que algún día se vuelva a sentar frente a mí y me sonría.
Agosto, 2016
(c) Josefa Molina




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