Las diez de la mañana de un día de agosto
Son las diez de la mañana del último día de agosto, y el mundo está aún dormido. Parece que la vida no quisiera despertar. O despierta lentamente, como si lo hiciera después de una larga noche de borrachera. Poco a poco la calle se llena de ruidos. Pero dentro de la casa todas las habitaciones esperan en silencio. La vida no quiere continuar. Yo tampoco.
Hace semanas que todo me ha dejado de interesar. Y los recuerdos parece que han venido a instalarse. Me planteo qué demonios hago aquí. Tan alejado de todo. Pero mi mente no quiere pensar. Y comienzo donde lo dejé anoche: en el whisky. No pasa nada por intentar acallar mi diálogo interno con otro trago, tal y como lo llevo haciendo los últimos…no recuerdo cuánto tiempo llevo así, acallando mis recuerdos. La neblina del olvido es demasiado densa. Pero da igual. Carece de importancia.
Nada es lo que parece. Y todo resulta ser tan solo lo que cada uno quiera que sea.
Agosto, 2016
(c) Josefa Molina