Envidia
Francisco Lezcano Lezcano
El perro
La vio cómo pasaba a su lado sin percatarse en absoluto de su presencia. Por la calidad de la tela del pantalón era evidente que tenía dinero. Subió la mirada hasta la camisa. ¿Era de seda? ¡No se lo podía creer¡ ¡Pero adónde iba con una camisa de seda y el escote abierto en plena tarde de septiembre! Entonces, descubrió el abrigo de piel de ante. Siempre quiso dormir sobre uno de esos. Era tan suave, tan abrigado, tan de ante… Bajó la vista hasta sus pies. La luz de la farola fue a dar directamente en las piedras que los adornaban, y como un rayo mortal, le fulminó los ojos. Pero ¿qué eran, diamantes? Gruñó de rabia. Y el bolso, ¿qué decir del bolso? Era ínfimo, la mínima expresión. Una simple cartera de color oscuro. Pensó que este tipo de bolsos se inventaron…
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