Cumplidos
No era la primera vez que la veía y probablemente tampoco fuera la última pero lo cierto era que aquella vez, aún desconozco el porqué, resultó diferente.
Pasó a mi lado con esa prisa ligera con la que cruzaba delante de mí cada mañana sin apenas mirarme. Justo cuando estaba a mi altura, susurré quedamente, lanzando al aire palabras sin un destino definido: ¡Qué pelo más hermoso tienes!
No pretendía ser un cumplido, era más bien una apreciación sobre una realidad llena de contenido por sí misma.
De pronto, la chica se detuvo en seco y, sorprendida, me inquirió: ¿Cómo dice, señora? Tu pelo, es muy bonito, ese color brillante y ese rizo en forma de medio bucle, me recuerda a una ola a punto de besar la arena de la playa…
Gracias. Usted también es muy bonita, me respondió desplegando ante mí una sincera sonrisa de madurez recién conquistada.
Nadie se percató del nuevo fulgor que restalló como un fogonazo en mis ojos pétreos. Nadie se dio cuenta de cómo se sonrosaban mis mejillas de mármol. Nadie supo nunca por qué yo, una simple escultura en mitad de una plazoleta olvidada, parece más reluciente y bella cada día.
Tan sólo la mujer de la tienda de deportes, la misma que observa con curiosidad el ritual cada mañana, se pregunta quién es la joven que adorna con flores renovadas mi sempiterna figura de alabastro.
Mayo, 2018
(c) Josefa Molina
Publicado en infonortedigital