Mirarse a los ojos (artículo opinión)

Mirarse a los ojos

Es tiempo de mirarse a los ojos, de recuperar aquel antiguo gesto de buscarse con la mirada y de encontrar allí, encerradas en las pupilas, casi todas las respuestas.

Y lo que digo no es baladí. Esta nueva realidad, tan pertinaz como inusual, no ha hecho más que indicarnos el camino.

Hablo de las miradas, de esas que unas mascarillas y una situación de lo más bizarra, nos ha situado delante de nuestras propias narices. Porque, ¿cuántos no nos habíamos olvidado de mirar detenidamente a los ojos? ¿Cuántos no nos habíamos acostumbrado a que la globalidad del rostro ocupara toda nuestra atención? ¿O es que acaso no nos habíamos conformado ya con esas distantes respuestas muchas veces perdidas tras una pantalla táctil?

El mirarse a las pupilas se había convertido casi en un ritual decimonónico tras un abanico abierto, una costumbre de antaño, relegado su uso casi exclusivamente al círculo más cercano, a los que te importan y les importas.

Porque observarnos en las pupilas nos cohíbe, nos desnuda, nos ruboriza. Y eso es algo muy íntimo que no estamos dispuestos a compartir tan fácilmente.

Y sin embargo, las circunstancias nos han obligado a buscarnos los ojos en las situaciones más nimias y cotidianas. Ahora observamos agradecidos las pupilas de la chica del supermercado o las del dependiente a quien le pides mascarillas en la farmacia; en ellas buscamos la complicidad del camarero cuando pedimos una cerveza en la terraza con medio aforo o del amigo cuando lo saludamos con el codo en mitad de la calle.

Se acabaron los abrazos, los besos, el apretón de manos pero hemos redescubierto la profunda tibieza que nos embarga el simple gesto de mirarnos a los ojos.

Echo de menos los abrazos y los besos, no crean, pero me gustaría que contemplarnos a los ojos fuera una sana costumbre que llegue para quedarse sin temer aquello que cantaba Golpes Bajos allá por los ochenta: ‘no mires a los ojos de la gente, me dan miedo, siempre mienten’.

No lo creo. Hoy estamos obligados a mirarnos para entendernos, para reconectar con el prójimo, para rescatar ese invisible hilo que hemos cortado con las tijeras de una socialización cada vez más ajena a la propia condición humana. Porque mirar a los ojos de la gente no nos debe dar miedo aunque, a veces, mientan.

 

Publicado en Infonortedigital con fecha 29 de mayo de 2020

 

 


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