Hoy vi tu silla
Hoy vi tu silla,
aquella desde donde solías
contemplar las puestas de sol,
aquella que, apostada en el jardín,
espera aún que tu cuerpo
envejecido repose
en la eterna primavera.
Desde ella todo es calma,
¡bien parece que la vida se parara
mientras tú ya no respiras
entre el olivo y la palmera!
Tus perros ya no tienen a quien ladrar,
y el tiempo se condensa entre suelos
de picón y paredes blancas.
Me pregunto si aquella isla
que hoy contemplé
será la misma que
tus ojos observaron tantos días.
Me interrogo si mi emoción ante cada nuevo ocaso
será el mismo que tú sentías
después de tu hora del amor,
las cuatro de la tarde.
¡Tu hora predilecta!
Todos los relojes se detuvieron
a las cuatro de la tarde de
haya ya ¡tantos años!
Hoy vi tu silla,
y casi creí verte sentado en ella
dejándote llevar por el olor
del negro café recién hecho.
Hoy vi tu silla,
y la alegría y la pena
se sentaron juntas a conversar
con tu alma
y con la mía.
A José Saramago
22/03/2016
(c) Josefa Molina